Stephanie Loomis, directora de transporte marítimo para las Américas en Rhenus Logistics, había esperado que el caos que afectaba a la cadena mundial de suministros comenzara a apaciguarse. Los embotellamientos flotantes en los puertos, el incremento en los costos del transporte de mercancías y la escasez de productos parecían ser recuerdos desagradables confinados a la pandemia de COVID-19. Sin embargo, los últimos meses han traído un incremento en los precios de los cargamentos debido a una serie de alteraciones que han enturbiado los mares.
A fines del año pasado, los rebeldes hutíes de Yemen comenzaron a disparar contra los barcos que entraban en el Mar Rojo, una arteria vital para los buques que se desplazan entre Asia, Europa y la costa este de Estados Unidos. Esto obligó a los barcos a evitar la vía fluvial y tomar el largo camino alrededor de África, alargando sus viajes hasta dos semanas. Además, una grave sequía en Centroamérica hizo descender los niveles de agua del canal de Panamá, lo que llevó a las autoridades a limitar la cantidad de barcos que pasan por ese crucial conducto para el comercio internacional.
En semanas recientes, los estibadores han amenazado con irse a huelga en las costas este y del golfo de Estados Unidos, mientras que los trabajadores portuarios alemanes han interrumpido sus turnos en busca de mejoras salariales. En Canadá, los trabajadores ferroviarios están a punto de abandonar sus puestos de trabajo, lo que pondría en peligro el transporte de mercancías por Norteamérica y amenazaría con paralizar los principales puertos, como el de Vancouver, Columbia Británica.
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La intensificación de la turbulencia en el transporte marítimo está provocando que los transportistas suban las tarifas y, al mismo tiempo, aumenten el espectro de paralización en el transporte marítimo que podría amenazar de nuevo a los minoristas con escasez de productos durante la decisiva temporada de compras navideñas. La interrupción también podría exacerbar la inflación, una fuente de nerviosismo económico que impulsa las elecciones presidenciales estadounidenses.
Stephanie Loomis, quien pasa sus días negociando con transportistas internacionales representando a sus clientes que movilizan productos y piezas por todo el mundo, ha visto de primera mano el impacto de estos cambios. “El aumento en los costos y las demoras en los tiempos de entrega están creando un efecto dominó que afecta a toda la cadena de suministro”, comenta Loomis.
Si algo demostraron las interrupciones de la cadena de suministro durante la pandemia fue lo siguiente: los problemas en un lugar tienden a propagarse de manera amplia. Un contenedor lleno de productos químicos que llega tarde a su destino se traduce en un retraso en la producción para las fábricas que esperan esas sustancias. Los barcos detenidos en los puertos provocan caos en el flujo de productos, atascan las bodegas y presionan a las industrias de transporte por camión y tren.
La situación es especialmente crítica para los minoristas que dependen de las entregas a tiempo para mantener sus estantes abastecidos. “Estamos viendo un aumento en los costos de transporte que inevitablemente se traducirá en precios más altos para los consumidores”, advierte Loomis. “Y con la temporada de compras navideñas a la vuelta de la esquina, la presión solo aumentará”.
La industria del transporte marítimo está enfrentando una tormenta perfecta de desafíos. Desde conflictos geopolíticos hasta desastres naturales y tensiones laborales, cada nuevo problema añade una capa de complejidad y costo al ya frágil sistema de logística global. “Las navieras están tratando de equilibrar su oferta de flota con la demanda existente, pero la realidad es que estamos en una situación muy volátil”, señala Loomis.
Además, las políticas de comercio internacional y las fluctuaciones en la economía global juegan un papel crucial en este escenario. Con la inflación en aumento y los precios del transporte marítimo disparándose, las empresas están luchando para mantener sus operaciones y sus márgenes de beneficio. “Estamos en un punto de inflexión”, comenta Loomis. “La capacidad de adaptación y la resiliencia serán claves para sobrevivir en este entorno”.
A medida que las empresas navegan por estas aguas turbulentas, la importancia de la planificación y la previsión nunca ha sido tan evidente. Loomis sugiere que las empresas anticipen sus reservas y aseguren el booking antes de que la carga esté lista. “La tecnología juega un papel fundamental en esto”, explica. “Nuestras soluciones permiten visibilizar en tiempo real cualquier cambio inesperado para reaccionar estratégicamente con tiempo”.
A pesar de los desafíos, hay esperanzas de que la situación mejore. “Prevemos que en los próximos meses las navieras aumentarán el piso de las tarifas iniciales, pero creemos que la disponibilidad será mayor debido a la reubicación de la flota en sectores con alta demanda”, dice Loomis. “Además, nuevos servicios están entrando a operar en nuestras costas, lo que podría incrementar la competencia y la disponibilidad de flota y contenedores en la región”.
El panorama actual del transporte marítimo es un recordatorio de la interconexión global y de cómo los eventos en una región pueden tener repercusiones en todo el mundo. Para las empresas y los consumidores, la clave estará en la capacidad de adaptación y en el uso estratégico de la tecnología para navegar por estos tiempos inciertos. En un mundo donde un contenedor tarde puede desencadenar una cadena de problemas, la resiliencia y la previsión son más esenciales que nunca.
Fuente: The New York Times
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